jueves, 24 de marzo de 2011

El hombre es un robot con defectos

radar
Domingo, 20 de marzo de 2011
INTERNET > SPIKE JONZE COLGO SU NUEVO TRABAJO GRATIS

El hombre es un robot con defectos

Después de esa maravilla que es Donde viven los monstruos, Spike Jonze se aventuró con otro libro infantil para desplegar un mundo onírico de una sensibilidad y lirismo emocionantes. A partir de The Giving Tree, el corto I’m here es un manifiesto contra la alienación tecnológica protagonizado por dos robots que descubren el amor. Además, lo colgó gratis en Internet.

 Por Federico Kukso
En 1968, Philip K. Dick, entre cócteles de anfetaminas y cartoncitos de LSD, se hizo una pregunta y la tiró al mundo como si fuera una sartén ardiente: “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, fue el título de aquella astilla clavada entre sus ideas y también el nombre que le puso a su obra más conocida. Con los años, lectores anónimos, directores de cine como Ridley Scott, actores como Harrison Ford, futurólogos altamente publicitados como Ray Kurzweil intentaron decodificar –cada uno a su manera y con resultados dispares– una de las dudas más profundas de la cada vez más activa filosofía poshumana o directamente filosofía cyborg.
A décadas de que este dilema tecnoexistencial (que explora tantas capas como las de una cebolla: la sensibilidad de lo inerte, la conciencia de lo artificial, por ejemplo) echase a correr por el planeta, Spike Jonze lo tomó del aire y lo tradujo en un corto, una historia pequeña, pero al mismo tiempo enorme sobre el amor y el sacrificio, sobre la rutina y el desenfreno, sobre la soledad, el tedio, el desencanto y la invisibilidad social.
Todo eso y más se puede ver, sentir, intuir en los 30 minutos que dura I’m here, producción en la que el director de ¿Quieres ser John Malkovich?, Adaptation, Donde viven los monstruos y cocreador de Jackass habla de las complicaciones amorosas sin necesidad de recurrir a personajes humanos.
No le hizo falta. Ahí está Sheldon, un robot con cabeza de CPU que ve la vida pasar a través de la ventana del colectivo que cruza Los Angeles y lo deja en una biblioteca donde repone libros. Una y otra vez, día tras día. Hasta que a lo lejos escucha una risa en la calle y la ve a ella, Francesca, una robot-mucama –una hipster de manual– que, en lugar de bajar la cabeza, cruzar los brazos y realizar el trabajo-esclavo asignado por los humanos en una época indefinida (¿cuándo transcurre la historia?, ¿dónde?, ¿en un universo alternativo?, no se dice ni importa), escucha música, baila, conduce un auto, dibuja, va a fiestas y conciertos, derrumba las paredes de lo impuesto. Vive.
A Sheldon, el encuentro lo sacude. Como un virus o un troyano que se apodera de una computadora y abre ventanas a lo loco en la pantalla, el amor altera su sistema operativo. No borra su disco rígido. Lo transforma.

ACA

Protagonizado por uno de los actores del momento, Andrew Garfield (hizo del mejor amigo de Mark Zuckerberg en Social Network, trabajó en la versión fílmica de Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro y será el próximo Hombre Araña), y Sienna Guillory, I’m here se estrenó el año pasado en el Festival de Sundance y desde entonces se esparció por la web más de clic en clic que de en boca en boca sin desembarcar en las salas de cine argentinas.
Ya sea en su sitio oficial (www.imheremovie.com, patrocinado por Absolut Vodka, la misma compañía que financió el proyecto), en YouTube (http://youtu.be/DfVgc-U_ZMc) o lista para bajar en HD en miles de webs de descargas, todos los fanáticos de Jonze se agolparon para dejarse cautivar por este romance robótico (“robotmance”) que, alentado por la envolvente y pegadiza canción “There Are Many Of Us” de Aska Matsumiya, avanza en clave de espiral desde aquel encuentro entre los protagonistas en la calle que produjo chispazos (el descubrimiento del amor) al coqueteo y la intimidad para llegar al sacrificio y a la concreción de aquel compromiso a veces vacío que se esconde en la expresión “dar todo (por el otro/a)”.
Se sabe: Spike Jonze sueña lo que filma y filma lo que sueña. Y después de los monstruos de Donde viven los monstruos, el también director de videos musicales no se podía volver menos onírico. Y no lo hizo. Sin envolverse en la complejidad estructural de Inception, Jonze fue más directo. Al ex esposo de Sofia Coppola sólo le tomó seis días de grabación. Fue alegórico y profundo luego de inspirarse en el libro infantil The Giving Tree (1964) del estadounidense Shel Silverstein, un cuento-moraleja que narra la relación entre un chico y un árbol en un bosque. El árbol quiere al chico con locura y le da todo lo que el nene pide. Incluso, en un acto de sacrificio el árbol deja que el chico lo tale para construir un barco.
Con estos elementos y sin tener que decirlo abiertamente, Jonze fue también ácido y plasmó en un guión y en imágenes en movimiento un manifiesto contra la alienación incitada por la tecnología, o sea, Facebook, Twitter, chat, Blackberries, iPhones y demás gadgets y redes que convierten a las personas en usuarios e instauran una sensibilidad nueva: la alergia al contacto o al roce físico en la calle, el miedo a mirar a extraños a los ojos en el subte, aquella compulsión de convertir a todo aquel que nos rodea en un lugar público en un extraterrestre. Contra esta cotidianidad instalada, Jonze dispara en su corto. Contra esa vida deshumanizada (y deshumanizante), protesta la robot Francesca cada vez que pega en una pared o árbol sus panfletos que gritan (sin necesidad de recurrir a signos de exclamación) “I’m here”, “Estoy acá”.

ALLA

A medio camino entre los robots Wall-e y Eve, los androides blanco marfil del video de Björk All is Full of Love y el personaje de Andrew en El hombre bicentenario, los robots de I’m here no son futuristas. Ningún ingeniero pensaría que así –muy retro y toscos– lucirán los androides que dentro de un par de décadas (o menos) veremos caminar en las calles. Su diseñador fue Sonny Gerasimowicz -–el mismo que exhibió sus bocetos en una galería de arte de Tokio y en un libro, There are many of us: I’m here– y para hacerlo tomó como punto de partida aquella frase de Emile Cioran que dice: “El hombre es un robot con defectos”.
“Queríamos robots de los que uno se pudiera enamorar; ése fue nuestro barómetro –cuenta Gerasimowicz–. En la historia del cine hay miles de robots. No íbamos a caer con algo nuevo”.
Con esa confesión como punto de partida, Jonze y Gerasimowicz idearon estos personajes más cercanos que extraños para el espectador. Hay algo en ellos que trasciende su piel metálica, los cables que cuelgan de sus cuellos, sus brazos y manos rígidas y mecánicas: quizás la conexión esté en sus miradas tristes, en sus dudas, en su soledad o en la ausencia de certezas que los invade, como invaden también a cualquier persona atrapada en aquella franja temporal que separa la adolescencia de la vejez.
O quizás la clave esté en el contenido de sus sueños. “Anoche tuve un sueño y en mi sueño necesitabas una pierna”, le dice Sheldon a Francesca. “Todos en el mundo intentaban darte una pierna, pero yo quería que tuvieras la mía. Y en mi sueño elegías mi pierna. Y me hacías muy feliz.”
Philip K. Dick estaría también muy contento.

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